La historia de KH Lloreda se inicia cuando Jaume Lloreda, hijo de una familia de agricultores de Les Franqueses (Barcelona), se traslada a Barcelona para ser joyero. Una profesión sin precedentes en el entorno familiar y que empieza a tomar forma en una habitación de la masía familiar después de formarse en la Escuela Massana e iniciarse en la Joyería en un taller de Mallorca.
Y es en 1949, cuando Jaume Lloreda funda la empresa de recubrimientos metálicos Jaime Lloreda Bufí.
Recubrir las soldaduras de joyería fue el primer paso para iniciarse plenamente en los recubrimientos metálicos de todo tipo. A finales de los 60, poco quedaba de lo que se inició como un pequeño negocio familiar y la empresa ya se dedica a diferentes especialidades. Este crecimiento no hubiera sido posible si la investigación y la tecnología no se hubieran considerado ya entonces elementos esenciales.
A mediados de los setenta, la necesidad interna de limpiar las piezas que se envían a los clientes, es la causa de la aparición de los detergentes. Al no existir en el mercado productos para eliminar la grasa que se generaba en los baños, Jaume Lloreda decidió desarrollar sus propios productos. Y así, en este intento de encontrar una solución a una necesidad interna, Jaume Lloreda cambió el rumbo de su empresa.
Desarrolló diferentes fórmulas de productos hasta que llegó a formular en marzo de 1977 una a la que denominó KH-7: una fórmula que funcionaba muy bien contra la grasa. La curiosidad de este nombre se debe a que es un número de orden de formulación, el mismo que utilizó para desarrollar la fórmula.
Y aunque en una primera etapa estos productos fueron utilizados para uso interno, su gran eficacia llevó a la empresa a cuestionarse su posible comercialización.
Y si en un comienzo son los recubrimientos el eje de la empresa, el tiempo y el mercado convertirán a los detergentes progresivamente en el principal motor de la compañía.
Los primeros detergentes que salieron de la empresa ya contaban con muchas aplicaciones: para el automóvil, vajillas, ropa. Pero sus primeros clientes fueron el mercado industrial, la hostelería, la restauración y intermediarios, nunca los consumidores finales.
Pero fue sin duda la fórmula de KH-7 la que revolucionó definitivamente el rumbo de la organización y aceleró sin duda el éxito que ha vivido en los últimos años. KH-7 es de aquellos pocos productos que gozan de fórmulas muy eficaces y que han sobrevivido y se han sabido adaptar con éxito las necesidades de la vida moderna.
El primer destino de KH-7 fue limpiar las piezas de los clientes de IRM Lloreda que llegaban sucias a nuestras instalaciones. Pero pronto se le encontró nuevas posibilidades: los restaurantes en un primer momento (para limpiar la grasa de las cocinas o las campanas extractoras); después, desde los talleres mecánicos hasta la limpieza de la ropa muy sucia se beneficiaron de la eficacia de KH-7.
El éxito de los detergentes en el consumidor final se debe a la labor del equipo comercial, quienes de la nada se habían de ganar la confianza del cliente. Hasta 1985, las ventas se realizaban tienda a tienda. Era un trabajo duro para los vendedores, que debían de convencer a los minoristas de la eficacia del producto. Se dejaba una caja a depósito y al cabo de un tiempo se volvía a la tienda para saber como habían ido las ventas. Se trataba de una venta distinta: por reposición.
Un tendero convencido era el mejor argumento que se podía encontrar para la posterior recomendación a los consumidores finales.
Así, la estrategia comercial de IRM Lloreda estuvo muy definida desde el principio: se trataba de conocer las necesidades de los clientes, encontrarles La Solución y dejársela probar.
El éxito del producto y la brevedad con que lo alcanza es tal, que pronto se toma la decisión de llevarlo al mercado de gran consumo. El 6 de Octubre de 1981, se llena la primera botella de litro de KH-7.
A partir de 1985 se empieza la venta a mayoristas y cadenas de supermercados que cada vez concentran más el mercado. El producto ya es suficientemente fuerte para introducirse en la gran distribución y ampliamente conocido para empezar a desarrollar una gama paralela de productos de limpieza en formatos de gran consumo.
En 1994, Josep Maria Lloreda, hijo de Jaume Lloreda, asume la dirección de la empresa. La principal decisión que tomó fue la disminución progresiva de la actividad de recubrimientos y la dedicación de todos los esfuerzos al negocio de los Detergentes. IRM Lloreda volvió a apostar por la tecnología, la investigación y el deseo de encontrar soluciones brillantes para los clientes igual que lo hizo cuando se dedicaba a los recubrimientos. Y así nacieron nuevos productos y marcas para dar respuesta a las nuevas necesidades y tendencias del mercado.