Cuando compramos el pan al medio día, por la noche o al día siguiente suele estar ya duro y poco crujiente.
La clave para mantener el pan crujiente está en guardarlo en la parte menos fría de la nevera envuelto en una bolsa de papel o un paño seco para intentar aislarlo del aire y de la humedad.
Si sigues nuestro consejo conseguirás que el pan se conserve en buenas condiciones para el día siguiente, y podrás disfrutar de un buen bocadillo para desayunar.